miércoles, 26 de junio de 2013

Preludio de un comienzo.

No sé si aferrarme a la necesidad de avanzar o quedarme estancada en todo aquello que me produce seguridad.

Irremediablemente me sitúo a mi misma, mentalmente, entre una bifurcación de mi vida.

La urgencia de avanzar a tientas, como si se me fuese la vida en ello. Dejando atrás todo lo que conozco para simplemente aventurarme a aquello de lo que apenas he tocado el borde, y que se me antoja, de hecho, como el mayor de los precipicios.

La sonrisa pintada de muchos de los que me rodean apenas tienen sentido en mi mente. Porque afortunadamente, nunca he necesitado que me enseñasen como componer esa muesca para esbozarla yo misma. Y con esto, quiero decir que, y sin antecedentes, Reconozco que la felicidad no siempre está en el camino que nos planteamos en la mente.

A veces la felicidad no es cuestión de decidir y dejar cosas atrás. Para mi, la felicidad en ocasiones es saber que a pesar de los pesares y de que siga teniendo pesadillas con ojos azules, se me abre ante los mios propios la inmensidad de mi futuro.

Y que haré de él todo o nada, tan sólo lo que yo quiera.

Y seré feliz, en cada uno de los sentidos que me decida a serlo.

Con suerte o sin ella.

lunes, 10 de junio de 2013

Preludio de un fin

4 años.

4 años encerrados entre las paredes que se nos hacían grandes a medida que avanzábamos entre aquellas escaleras mañana tras mañana, para volver a sentarnos , posiblemente en el mismo banco en el que el día anterior habíamos pasado la jornada.

En nuestra mente, apenas veíamos el final de aquel tunel de fisiopatología, fisiología, anatomía, cuidados paliativos y farma. Sobre todo farma.

Arañabamos cada segundo que duraba la sonrisa de uno de nuestros pacientes, porque en el fondo, todos y cada uno de nosotros sabemos que es el motor que nos hacía día a día levantarnos de entre nuestras cómodas camas y abandonar la seguridad que esta nos ofrecía con un gesto medio pintado en la cama y pensando: "Venga arriba... que en breve estarás pasando tensiones"
Y las tensiones eran lo de menos.
La enfermera de turno que apenas te dejaba tocar el carrito de medicación, los pantoprazol que te estallaban en la cara al cargarlos, la auxiliar que iba de amiga tan sólo porque sabía que podías ayudarla a alargar su ratito del desayuno pasándole las orinas, y esos  familiares mosqueados que descargaban su furia acumulada con nosotros, los estudiantes que a duras penas sabíamos porqué a su padre, madre, hijo,nieto, o relativo le habían cambiado un suero glucosado por uno fisiológico cada 8 horas.

Y es curioso. Aunque todos nos hemos quejado de bmts y TA mañaneras, no he encontrado a ninguno ni un sólo día de estos 4 años que no saliese de las prácticas con algo que contar. Algo que compartir, ya fuese bueno o malo. Algo que al recordarlo días después te hacía sentir menos protoenfermero y un poco más Henderson. Porque, reconozcámoslo, todos en algún momento de nuestras prácticas hemos pensado: Es por esto por lo que me visto el fonendo todos los días y que compensa tener que tragar todo lo demás.


4 años.
4 años de vivir más en la facultad que en casa. De ABPs con  y sin Manuela. Con y sin tortillas, con y sin Wimba Create y sobre todo con y sin referencia alguna para culpar antes que nuestra promoción. Como diría cierta personilla: "Puta suerte..."

4 años que, sin embargo, puedo decir que han sido los mejores de mi vida, hasta ahora. Y no tan sólo por sentir que estaba haciendo lo que verdaderamente quiero realizar el día de mañana- que por otro lado es en menos de un mes- sino por las personas con las que lo he compartido.

Eso es lo que diferencia en gran grado que todas las mañanas y a medida que avanzaban los cursos, las paredes y seminarios de la escuela me pareciesen menos antiguos y feos: Los recuerdos que en ellos iba guardando junto a personas que hoy por hoy y muchas de ellas son mi familia.

Porque las horas interminables de seminarios como los de promoción de la salud no habrían sido posible de sobrellevar sin los ingeniosos comentarios de muchos de mis compañeros.

Y he aprendido que, aunque el arte no es lo mio, la verdadera amistad hace que el peor de mis dibujos en forma de azulejo, o frutero deforme, se convierta en un Picasso. Que si iba a clase a pesar de saber que me iban a leer en voz alta todas y cada una de las diapositivas de terapeutica era porque sabía que la persona que se sentaba a mi lado, a mi derecha, a mi izquierda y los de la fila de atrás iban a rellenar esos 45 minutos de momentos inolvidables, risas sin sentido, pavo a la 1 de la tarde, apuntes pintarrajeados con iniciales  y sobre todo, amistad.  Porque sabía que los descansos de 15 minutos se harían horas si os daba por animaros a empezar una de nuestras charlas sin sentido...Porque las ganas locas de que llegasen los Jueves al sol se desmoronaban justo cuando aparecía  mi estrés 30 minutos antes de que empezasen las clases. Ese estrés que por otro lado aprendisteis a ignorar y os tomásteis como una de mis caracteristicas. Ese y la incapacidad de elegir zapatos bonitos.

Porque no sabíamos si teníamos más ganas del desayuno para vernos, o de iniciar de nuevo las prácticas, esperando ansiosos escuchar aquella voz de alguien conocido que te dijese: Ostras Gema... ven a ver esto. O...  Gema, ¿te ayudo con la medicación? ... Tia... vaya enfermera que tengo hoy... O... Gema, me aburro como una ostra, ¿Tú que haces? O... Tia... creo que la he cagado un poquito, corre, ven...


4 años de ser proyecto de enfermera y menos de un mes para lanzarme al precipicio de la inmesidad de lo que yo llamo "el mundo de la gente grande" Sin ningún futuro en el país que me ha formado y las maletas hechas a cualquier otro que me guiñe un ojo.

Visto así no suena muy bien que se diga, pero si lo miro por el lado positivo, sé que no estaré sola. Que al otro lado del teléfono voy  a seguir contando con estos hoy, protoenfermeros, que estarán seguro, dispuestos a tomarse 5 minutos de lo que estén haciendo para decirme:
 "Tia, Gema... no te agobies..."

Por ello y mucho más... GRACIAS a todos por estos 4 años.



viernes, 7 de junio de 2013

Preludio de un olvido.

Me faltas.

Una y mil veces al día.

Y tu última conexión de hace ya casi una semana no me demuestra que hagas esfuerzo alguno por saber de mi.

Me faltas.

Una y mil veces al día.

Y muero por comentarte cada gilipollez que se me pasa por la mente, tan sólo para seguir sintiendo que aún las necesitas en tu vida.

Me faltas.

Una y mil veces.

Pero sorprendentemente, ahora sé que en algún momento de mi vida, voy a poder mirar hacia atrás y decir:  Me sobran los momentos que te eché de menos, porque no sienta ya tu falta dentro de mi pecho, y sobre todo, de mi cabeza.