jueves, 26 de septiembre de 2013

Gracias, Adiós, qué te jodan.

Siento que hay algo de locura en esta felicidad perenne.

Que se me escapa entre sonrisa todo eso que te he echado de menos. Y por darme cuenta, me doy hasta de todo lo que tu no me echas a mi. Y de lo poco o nada que solemos ser para el mundo, cuando el mundo para nosotros en general suele ser una persona.

Y lo cierto es que lo prefiero así.

Y aunque la necesidad de que sepas que aún sigo viva en mis ilusiones rotas me haga cada día sentirme más extraña en esto que llamé en su día utopía, empiezo a descubrir que no todos los echar de menos son relativos ni infinitos.

Que la longevidad del cariño, el amor o cualquier sentimiento que te haga aferrarte a los recuerdos buenos se riega a base de palabras, o en su defecto, interés. Y cuando alguno de estos faltan, no te queda más remedio que renombrar acepciones y conceptos, para darle un sentido menos subjetivo, que digo... más hijo de puta, a todo lo que en su día te hizo creer en peter pan.

Y ya ves. Aún así soy feliz.

Por lo menos me dejaste la soltura en este idioma de locos. Y las ganas locas de encontrar a alguien, a ser posible, totalmente diferente a ti.

Fin de la trasmisión.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Swindon.



Respirar.

Insuflar aire en estos pulmones mios y darme cuenta a cada segundo de como fluye a través de todos los recovecos de mi piel.

He estado más vacía otras veces. El tiempo se ha parado bajo mis pies en momentos en los que no debería haberlo hecho y ha apresurado su continuo tic-tac en aquellos que yo hubiese ralentizado hasta la saciedad. He vivido casi siempre girando mi cabeza hacia lo que ya había pasado tanto que casi me doy de bruces con la realidad de lo que aún me queda por vivir y que estaba, como muy lejos, a 3 centímetros de mi nariz.

¿Sabes? La mente es un sitio precioso, y lo que lo hace especial son los pensamientos que dejas en ella. No en los que te paras a pensar momento tras momentos, sino aquellos que afloran casi sin pensarlo, como algo impulsivo. Un reflejo en forma de recuerdo.

Mi problema es que la había llenado demasiado con humo. Con sombras de algo parecido a lo  que siempre había querido en mi vida, y me había olvidado en parte de aquello que necesitaba.

Por suerte me estoy deshaciendo poco a poco de todo este aire vacío de sentido y lleno de recuerdos subjetivos que hasta ahora había estado llenando mi mente.

Me siento como si hubiese querido aguantar la respiración demasiado tiempo y mi corazón hubiese empezado a palpitar más lento, tan sólo por alargar un poco más todo lo que creía que tenía. A veces creo que ese tiempo de aire y pensamientos contenidos me estaba intoxicando. Poca droga en el mundo es más fuerte que aquella que no se reconoce como tal. Y nunca nadie me había dicho que no toda la droga es material. Y sobre todo que no toda la droga te consume físicamente. Que la peor, y la que más tarda en eliminar tu organismo, pensamiento y sobre todo, corazón, es aquella que se entremezcla en tu vida casi por casualidad y se hace parte de ella de manera paulatina, silenciosa, efímera y  ciega.

Sobre todo ciega. De ilusiones y deseos.


Gracias a Dios, estoy en proceso de desintoxicación.

Y por ahora mis pensamientos instintivos no van más allá de una nueva etapa en mi vida. Rodeada del frío y oscuro tiempo de Inglaterra, pero albergada por la calidez y luz de un futuro prometedor.