miércoles, 4 de enero de 2012

8 grados en el exterior.


… y nuestras manos se buscaban furiosas. Cómo si por el mero hecho de separarse muriesen fugaces en el intento de encontrarse. Agudizabamos el ingenio para que se produjese tal encuentro. Primero casuales, casi estratégicos, para volverse, después, descarados y cargados de intención. El más leve roce las electrizaba, las hacía querer unirse de nuevo y nosotros, azorados, componíamos gestos de indiferencia hasta que por fin les dejábamos rienda suelta.


Y al hacerlo, jugaban con los dedos en mil posiciones alternando la sensibilidad con el sentido, la razón con el instinto, la realidad con la ficción…


Hasta el momento de separarlas de nuevo y quedar vacías y con el vello enervado por el frío del mundo extraño que les había tocado vivir.