lunes, 28 de noviembre de 2011

U.K























I'm lifting you up
I'm letting you down
I'm dancing til dawn
I'm fooling around
I'm not giving up
I'm making your love
This city's made us crazy
...and we must get out


Espacio entre palabras. Eso es lo que más necesito últimamente. Que desaparezca el leer entre líneas y simplemente me baste con estudiar las sílabas una a una, como solía hacer cuando todo era más fácil.

Ahora que todo se me antoja cerca ( las ganas, los miedos, el entusiasmo, la incertidumbre, y porqué no, las ilusiones) veo como poco a poco mi mundo se aleja.
Suelo pensar que simplemente estoy cogiendo carrerilla, y rezo porque tenga la suficiente como para no chocarme con la cruda y cruel realidad de nuevo, que aunque conocida, se me antoja extraña a medida que se alejan las palabras y se acerca el tiempo.

Sólo tengo ganas de sobrevolar mi vida. De planear sobre mis sueños "made in Spain" y dejarlos en barbecho, al menos hasta que se me acabe la cuerda.

Quizás me estoy apresurando mucho;el escribir las ganas de todo en este pedacito de perdición, suele acarrearme consecuencias ( no agradables por antonomasia), aunque también he de decir que mi vaso siempre está vacío a excepción de cuando está roto.

Tengo ganas de que el jet lag llegue a mi vida. Me falta tiempo para prepararlo todo y me entretengo en idioteces que no me sirven de mucho, a pesar de saber que puedo verle los cuernos al toro desde esta sutil barrera temporal.

Resumiendo. Quiero vivir mi sueño inglés casi tanto como abandonar el Typical Spanish. Beber té a las 4 de la tarde para irme a la cama a las 7. Ver llover desde una ventana- por ahora imaginaria- y decirme a mi misma, que ese es el tipo de lluvia que siempre he querido tener en mi vida.

Esa que te cala la ropa, pero deja secos tus huesos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

6ºC

Este invierno me ha calado en los huesos. Se ha posado en mis pestañas para hacer nevar cada vez que cierro los ojos e intento imaginar. Y cuando los abro, apenas veo a través de la niebla que me deja todo aquel que me mira desde lejos, sorprendido de que no le tema a la lluvia.

Me gusta andar por la calle fingiendo ser alguien que no soy. Imitando todo aquello que un día quise ser pero que en el fondo, nunca he sido. A veces pienso que no me atrevo a reconocerme por miedo de ver lo perdida que estoy, o he estado, si eso le sirve a alguien de algo.

La maraña de pensamientos que se me viene a la mente a medida que entran por mis oídos notas musicales con tintes de Muse-No sé porqué ultimamente me ha dado por ellos-.

Poco o nada me queda ya en esta jugada más que soltar los comodines que he estado reservando. Pero eso no es suficiente. Nunca ha sido suficiente si me paro a pensarlo.

Me pregunto cuánto llevo esperando.

Si me pusiese a contar cada uno de los segundos en los que mi vida se ha vuelto una rutina acabaría por darme cuenta de que no me queda tiempo para salir de ella. Eso, o algo estoy haciendo mal.

Me cuesta concentrarme últimamente, y no porque no quiera hacerlo. Se me llena la cabeza de pájaros carpinteros, tantos, que a veces creo que me van a destrozar los tímpanos, mientras a mi alrededor otras miradas se tropiezan con la mía, pidiendo auxilio a gritos de encoger la pupila.

Quizás exagere.

Lo mucho o poco tan sólo depende del matiz de cantidad, y como dicen todos- o mienten- el tamaño no importa. A mi me basta con saber lo que es suficiente, por ahora. Y creo que tengo vaga idea.


A veces me odio con todas mis fuerzas. Otras, simplemente no me encuentro, y eso es lo que verdaderamente me asusta.

Suerte que siempre puedo regresar a mi limbo de pasillos mal alumbrados, camas con sonidos quejosos y ese olor a ibuprofeno y analíticas que se te queda en la memoria para evocarlo de cuando en cuando.

Suerte que siempre puedo desaparecer dentro de un pijama blanco y dejar de pensar en mi, para comenzar a pensar un poco más en los demás.

Quizás ese sea mi castigo. O mi bendición.


domingo, 13 de noviembre de 2011

Año nuevo.

Tengo ganas de que se acabe la mecha de este año que lleva atormentandome desde primeros de enero. De que se acabe y explote. Y lo haga con un estruendo inmenso, tanto, que despierte la voracidad de comerme el mundo a bocados. Tanto, que el ruido haga ensordecer palabras falsas.Tanto, que queme todo aquello que no me sirve alrededor para dejar mi mundo virgen e impoluto, dispuesto a renacer de las cenizas.

Es curioso cómo cuando todo va mal siempre puede ir peor, y lo que más me impresiona es que no me de cuenta de ello hasta que pasa.Hasta que me roza la nariz con descaro, me guiña un ojo y me demuestre a través de acciones lo jodidamente idiota que puedo llegar a ser.

No sé si merece la pena seguir como hasta ahora. Al fin y al cabo no me aporta nada la situación. Unas cuantas sonrisas a deshoras y después la sensación de quedarme vacía de nuevo. No por no tener a nadie, sino por tenerlos a todos en contra.

Jugar con las palabras siempre se me ha dado bien, jugar, que no es igual a mentir, pero que está tan cerca que algunos alardean de saber hacerlo casi tan bien como respirar.

Además la amistad está sobrestimada. No te hace falta si no te das cuenta de que no la tienes, y no sirve más que para darte quebraderos de cabeza. Total, acabará amaneciendo tras una puesta de sol, y eso es lo más seguro que puedes estar de algo.