Lo que te conté mientras te hacías el despierto.

Susurros que apenas si llegan a los oídos pues el viento se los queda para él. Miradas que se quedan guardadas entre las pestañas y pensamientos que apenas acaban de hacerse imagenes en tu mente.

Siempre he querido descubrir el mundo secreto de las palabras, donde van esas que se guardan porque pueden hacer daño. Donde se esconden aquellas que son tímidas y no quieren salir y donde deberían irse a vivir algunas que otras para evitar consecuencias posteriores.

Cuando cierro los ojos apenas me veo a mi misma en silencio y me grito en  frases que yo no puedo entender y que poco a poco se van acumulando en mi voz, y las voy soltando sílaba a sílaba, fonema a fonema, para cuando te apetezca escucharlas.

Porque cuesta darle sentido de cuando en cuando a esta vida irreal que me ha tocado vivir. Cuesta pensar  con claridad cuando hay más penumbra que sol en tu mente.


Y es entonces  cuando sólo tienes que despertar para oir lo que te cuento.




Sábado IV-XII



Yo... prefiero los besos robados.


Domingo V-XII



                                              
                                 No  me gusta tener dudas sobre lo que es la realidad y lo que está en mi cabeza.

Lunes VI-XII

No me gusta echar de menos.




Domingo XIX-XII






No me gusta estudiar cuando tengo otras cosas en la cabeza.



No me gusta que cosas que creía zanjadas vuelvan a rondarme por la cabeza



No me gusta rallarme, aunque la mayoría de las veces no puedo evitarlo.





No me gusta que la gente invente lo que pienso, cuando ni siquiera yo se que siento.




No me gustas.

Recuperarse. Volver a sentir la fuerza que emana de tus dedos. Una y otra vez, hasta que se te acaba cayendo el mundo y el avanzar es cada día un poco menos incierto.

Recuerdo pocas cosas de aquel tiempo lluvioso empapando las ventanas. Alguna que otra sensación a medida que avanzaba el día, y el sentimiento de felicidad plena que hacía que el tiempo no fuese más que granos de arena entre dos cúpulas de cristal.

Y sin embargo aquella era mi mejor forma de invertirlo.O fue, a decir verdad ya no se que tiempo verbal debo usar, teniendo en cuenta lo mal que se me da ponerle un final a las cosas.

Cuando el influjo de la luna se pasa, el sentimiento de subir y bajar de las mareas no es más que el continuo ir y venir de ideas en la cabeza

Y de poco sirve ya darme cuenta de que el único sentimiento que me queda aquí, bajo la tremenda sonrisa para ocultar mis ganas de callar, es decepción.

Porque no me duele que lejos de las miradas nunca hubiese nada más que vacío. Me jode, tremendamente, pensar que todo lo que podría haber sido y fue, no era más que una ilusión en mi cabeza.

Y duele sentir todo el peso del tiempo, ahora, sobre mis hombros.