domingo, 19 de septiembre de 2010

"Qué inoportuno fue decirte, me tengo que marchar..."



He estado buscando demasiado tiempo. Tanto, que la trama de mi vida se convirtió en algo menos que una caza de brujas. Una en la que cargaba con mi espada y mi escudo y alguna que otra antorcha para iluminar mi camino, sin saber-estúpida ilusa- que la presa era yo misma.



Cambios como este suelen ser negativos, o al menos lo son cuando se parte de la base que se está más o menos feliz en una realidad anterior al cambio.Cosas tan simples como sonreir con una risa nueva. Abrir los ojos sin preocuparte por la mancha que queda después de mirar de frente al sol, sentir que todo a tu alrededor va a explotar y se derrumba... y sin embargo, no creo que jamás me hubiese sentido mejor de dejarlo atrás todo.


Todo.


Me di cuenta-mejor tarde que nunca- que viajaba con una maleta demasiado pesada. Que lo que creía necesario dentro de ella no eran más que piedras y guijarros que habían cimentado entre los bolsillos de mi equipaje.


En el fondo creo que lo sabía desde hace mucho, pero me daba miedo abrir la cremallera y dejar caer todo lo que había estado guardando durante tanto, o poco, tiempo.


A veces es mejor no pensar las cosas dos veces. Es mejor que un descosido haga que tu maleta se vuelque para que la arena vieja y pesada caiga, y entonces te des cuenta que no es distinta de la que se extiende bajo tus pies descalzos y que en ocasiones te hacen sangrar.



Quizás no sea un cambio muy perceptible. Quizás este cambio se quede en mera palabrería y dentro de dos meses los mismos pájaros vuelvan a hacer nidos sobre mi cabeza.


Por ahora he optado por quitar las ramas secas que entorpecía la visión de un nuevo horizonte. Por afilar mi espada y sacudir el polvo de mi escudo para colgarlas hasta que verdaderamente me hagan falta, esta vez quizás sin ser la presa. Queriendo ser el cazador.Sin preocuparme demasiado una visión clara de mi objetivo.



Otra cosa, es que lo consiga.








...¡Pero que bien estoy ahora!

jueves, 2 de septiembre de 2010

Posiblemente Imposible

Sueños. Sueños que inundan mis irrealidades de color. Sombras que iluminaban mi realidad de mentiras.

Escapo entre bostezos de los pensamientos que me inundan las pupilas de suspiros. Me dejo llevar lentamente y apago la luz de noche para encender la oscuridad de mi mundo de fantasias.

Me hago pequeña a tu lado. Me dejo llevar hacia ti. Pronuncio tu nombre tartamudeando, indecisa.Tu sonries. Yo sonrio. Como si me estuvieses esperando desde el principio de verano. Como si el tiempo no pasase entre nosotros. No importase.

Me haces creer que un segundo puede albergar un año con tan sólo una mirada y escribes poesías sobre mi piel con las yemas de tus dedos, resguardandolas con tus palmas, como si tuvieses miedo de que el leve viento que mueve mis cabellos arrancase de mis poros cada sílaba que acabas de escribir.

Buscas la luz del sol en mi pelo, enredando la mano que tienes libre en ellos, y yo me sumerjo en el verde de tus ojos.

Me devuelven al otoño a la humedad del musgo, al olor a lluvia, a la paz tras la tormenta. Me arrastran poco a poco hacia la brisa de tu aliento, donde quiero clavar el ancla de mis labios. Me regalas el más largo y satisfactorio de nuestros silencios.


Los años pasan en el segundero y apenas encuentro palabras para decirte que siento. Me gusta pensar que nos entendemos con los ojos y que no hace falta que te diga como me llamo. Porque tú ya lo sabes.

Siento que no necesito respirar y me contento con tu subir y bajar de pecho, y tu continuo bamboleo inquieto dentro de él.

Me cuesta, pues, trabajo saber si los latidos que escucho y que van haciendo que cierre los ojos,son los tuyos o los mios propios.

Te esfumas, como el humo, como la niebla, te disipas. Me dejas abriendo la vista. Volviendo a la realidad insulsa de mi vida. Me vuelvo grande, oscura, vacia. Me arrancas del calor de tu aliento. Del resguardo de tus manos. Del pausado de tu respiración.

Y del musgo de tus ojos.