domingo, 13 de noviembre de 2011

Año nuevo.

Tengo ganas de que se acabe la mecha de este año que lleva atormentandome desde primeros de enero. De que se acabe y explote. Y lo haga con un estruendo inmenso, tanto, que despierte la voracidad de comerme el mundo a bocados. Tanto, que el ruido haga ensordecer palabras falsas.Tanto, que queme todo aquello que no me sirve alrededor para dejar mi mundo virgen e impoluto, dispuesto a renacer de las cenizas.

Es curioso cómo cuando todo va mal siempre puede ir peor, y lo que más me impresiona es que no me de cuenta de ello hasta que pasa.Hasta que me roza la nariz con descaro, me guiña un ojo y me demuestre a través de acciones lo jodidamente idiota que puedo llegar a ser.

No sé si merece la pena seguir como hasta ahora. Al fin y al cabo no me aporta nada la situación. Unas cuantas sonrisas a deshoras y después la sensación de quedarme vacía de nuevo. No por no tener a nadie, sino por tenerlos a todos en contra.

Jugar con las palabras siempre se me ha dado bien, jugar, que no es igual a mentir, pero que está tan cerca que algunos alardean de saber hacerlo casi tan bien como respirar.

Además la amistad está sobrestimada. No te hace falta si no te das cuenta de que no la tienes, y no sirve más que para darte quebraderos de cabeza. Total, acabará amaneciendo tras una puesta de sol, y eso es lo más seguro que puedes estar de algo.


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