No pienso. No pienso desde hace poco, y eso no ha hecho más que traerme problemas días tras día, hora tras hora, segundo tras segundo.
A veces me gustaría abrir la mente de los que me rodean para ver si esta tan desordenada como la mía. Para responderme preguntas sin necesidad de pronunciarlas. Para entender mejor y saber que hacer para que me entiendan.
A mi alrededor, el mundo se divide en dos clases bien definidas. Las personas que conozco y las que no. No son grupos inamovibles, por supuesto;de hecho, la mayoría de las veces cambian según el momento del día. Por las mañanas todas las caras me son conocidas y en el caer la noche, yo misma me convierto en vagabunda y cualquier titiritero me parece más conocido que yo.
No quiero ser valiente para lanzarme a la nada,ya sé que no se volar desde hace mucho. Me gustaría por una vez en mi vida sentir que tengo alas para surcar el mundo si me apetece y ser, simplemente, una cobarde a la que las plumas la han hecho planear sobre el océano, rozando con los dedos el agua sin llegar a sumergirse en ella y después alzar levemente el vuelo para alcanzar la estabilidad.
No te tengo. Ni ahora, ni ayer, y dudo que haya siquiera un mañana en el que tenerte. Y eso es principalmente lo que hace que no escriba pero sobre todo el que no piense. O lo intente.
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