sábado, 13 de octubre de 2012

Run away.

Cuesta respirar a medida que avanzo entre las  sombras que se cuelan en este camino de albero y roca caliza.Pero me acostumbro a la poca concentración de aire a medida que los músculos de mis piernas calientan; a medida que acelero el paso de mi carrera para acomodarlo a los latidos de mi corazón.

Mi ritmo cardíaco se agita de cuando en cuando, y ya me he aprendido los pasos para no resbalar entre el sendero que sigo día a día desde que regresé en julio. Suelo sonreir cuando a mi mp3 le da por elegir una canción que conozco para animarme y hacerme cantar entredientes, con la suficiente voz para emitir sonido y no desgastar mis pulmones con palabras vacías de significado.

La vida es un continuo arriesgar y perder. A veces debemos darnos cuenta que lo que perdemos no es más que aquello que nunca debimos poseer, y que por lo tanto, mejor arriesgarlo en una mala mano, que jugar nuestras mejores cartas en ello.

Porque al fin y al cabo, perder aquello que nunca fue nuestro, aunque tuviésemos esa sensación de posesión enfermiza que nos ata y desata a medida que nos encariñamos con los retazos de la imagen de un futuro mejor, es lo mejor que nos puede pasar en la continua carrera que es nuestra vida.

Para mejorar día a día nuestro tiempo mínimo, y ampliar poco a poco la distancia de nuestras zancadas. Independientemente de lo empinado y sinuoso del camino.

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