lunes, 28 de febrero de 2011

Lucky you.

Pasos sordos sobre la acera a medida que avanzo en el caminar. La sombra de mi figura, más envejecida que de costumbre me persigue a la derecha. Es la única compañía que tengo desde hace tiempo.

Me asusta la perfección casi tanto como la anhelo. La busco una y otra vez a medida que crecen arrugas en mi alma, pero exclusiva y generalmente suele esconderse siempre, y nunca en las sombras de los fantasmas que no llegan del todo a caminar a mi lado.Y cuando casi la tocan las palmas de mis manos y las agarro con fuerza, la perfección se esparce y deja entrever pequeños huecos, tierra de nadie, por donde rara vez entra entra el sol. Y esos huecos suelen crear oscuridad suficiente como para abrir mis manos y dejarla escapar.

Quizás me enredo demasiado en las palabras que carecen de significado, dejándo un poco al lado aquellas que de verdad lo tienen, pero, afortunadamente, sé que sin remedio suelo caer en una espiral de contradicciones, y eso, más de una vez me ha salvado el pellejo. Sobre todo cuando lo lógico se me vuelve utopía y lo ilógico no es más que la cacofonía de aquello que me había estado repitiendo una y otra vez.


En realidad, eso son la mayoría de las veces. Otras, muchas también a decir verdad, me esfuerzo demasiado en las causas sin sentido, y miro más allá del espejo. Tengo siempre mi reflejo presente, pero a veces se me olvida mi silueta y suelo lidiar guerras contra maniquís de escaparates, que me dejan, cuanto menos, herida en lo más profundo de mi mente, que no de mi alma-Ojalá reconocerlo fuese el primer paso para solucionarlo-


Hay veces, en las que, como ahora, el estar tanto tiempo acompañada de una sombra te vuelve huraña, ensimismada, exigente y cabezota.

Yo ya no sé si realmente soy así, o esque simplemente me he dejado guiar por mi sombra

lunes, 21 de febrero de 2011

Prokofiev.

5,6,7,8,9...

Horas frente a una pantalla.

Horas vacias. Horas que estan llenas de silencio fuera de tu mente. Horas en las que puedes reir por nada e incluso llegar a llorar por todo.

¿Dónde va el tiempo?

Se escapa. Es tan pasajero.

Y lo más curioso es que nos sentimos felices si sabemos con quién y cómo perderlo.

Hoy, nadie en mi ventana de msn. Tuenti vacío de personas no grata. Facebook olvidado entre las sombras, y frente a mi, sin embargo, la misma soledad que si estuviesen llenos.

Pero menos disimulada.


Así que cierro los ojos y dejo que la música se apodere de mi.

Adagio.Andante.Allegretto. Vivace. Presto y luego, ritardando hasta finalmente, llegar a tempo primo.

Y vuelta a empezar.

Al fondo, si cierro los ojos, posiblemente encuentre un contrabajo acompasado, un arpa demasiado lenta y que posiblemente corra el riesgo de acabar contagiandolo a los demás. Pero lo importante ahora mismo es el piano.

Su melodía me aísla de cualquier otro sonido. Sus notas certeras marcan el camino que deben seguir mis oídos para escucharlo con claridad, y a duras penas intento imitar el sonido de sus teclas con mi voz, dando bien algunos tonos, intentando no quedarme atrás.


Dos solos más y casi habrémos acabado.

Un violín aislado acude a unirse al piano. La música de ambos se funde. Se une. Se hace casi imposible distinguirlos y se mete en mi cabeza, aumentando el ritmo de nuevo, para acabar acunandome en un ir y venir del arco.Un arco que sigue el camino que le guían el continuo vibrar de las cuerdas.

Prestissimo


Justo en el climax. El ansiado despertar de la orquesta al completo hace parecer que se enmudecen el piano y el violín y ambos pasan a formar parte del sonido.

Morendo

Como casi siempre que termina la obra, se me confunden los sentidos al abrir los ojos, y veo el tacto rasposo de las manos del pianísta. Huelo a azahar, a vainilla y a canela.


Y siento la música por cada poro que no ha quedado enervado de mi piel.

Casi olvido cuánto me gusta.

lunes, 14 de febrero de 2011

Feliz San Valentin.



Como me cuesta escribir.




Como si las palabras que se amontonan en la mente-inconexas, por supuesto-perdiesen cualquier significado una vez intentase ponerlas sobre el papel ( las teclas, en este caso) y no suele pasarme mucho esto. La mayoría de las veces suelo retratar los pensamientos en palabras que más o menos se asemejan a la realidad, con mayor o menos grado de similitud e igualdad.




Pero no me pasa eso ahora. Y eso me desconcierta.




En ocasiones le odio. Le odio tanto que la rabia se intercambia por la sangre de mis venas, y puedo llegar a pensar en mil y una forma de hacerle daño ( no físico, claro está). le odio tanto que desearía no haberle visto no hace mucho rondando por los pasillos de mi vida, y desafortunadamente, de mi mente.




No. De mi mente no.




Odio su palabrería cuando simplemente quiere impresionar.A veces pienso que habla por hablar ( aunque la mayoría de las veces sé que lleva razón). Se hace el duro. El interesante. El malo. y eso, me saca de mis casillas.Y sospechosamente no me molesta que se haga el interesante conmigo.




A menudo suelo hablar de las miradas cuando escribo. Pero no hoy. No voy a escribir sobre las miradas que compartimos, porque ni yo misma sé qué significan. De hecho, ni yo misma sé si compartimos la intensidad de esas miradas, o se quedan tan sólo en mi imaginación. Para venir una y otra vez después a mi mente.




No. A mi mente no.






Odio que apenas haya rozado un poco de sus pensamientos y desvie mi camino en su cerebro para girar por un atajo que desconocía, y que me desconcierte cuando creía estar tocando con mis dedos su verdadera forma de ser.Odio profundamente que me deje en jaque con su personalidad explosiva.




Odio que sea tan terriblemente bueno en casi todo y aparente no serlo en nada, cuando ambos sabemos que lo es. Odio que me comprenda a medias en lo que quiere, y que lo haga totalmente en sus pensamientos, pero no me lo haga saber.




Odio que sepa qué decir para hacerme sonreir, ponerme nerviosa, enfadarme o entristecerme.




Odio el nombre que se pasea a sus anchas ahora mismo por mi mente.




No, Por mi mente, no.








Odio pensar más en él de lo estrictamente necesario.






Esta es la primera y última vez, espero, que escribo sobre ti.




A partir de ahora, volveré a mis escritos pastelosos sin dueño.

domingo, 6 de febrero de 2011

You & me,baby. What about it?

Yo, que estoy harta de vivir en irrealidades; de soñar las palabras que jamás saldrán de unos altavoces; de describir momentos mientras pulso las letras de mi ordenador.

Yo, no sé si vengo o voy de entre tus respuestas cortas y me quedé perdida hace ya tiempo en tus silencios por no estropear con palabras aquello que iluminaba el contraste de mi pantalla.

Yo, que miro mis pasos antes y después de darlos, identificando cualquier pisada que haya podido dar en vano, y así seguir el camino que piense mejor para mi.

No se puede tener todo lo que se quiere. De hecho, se quiere siempre lo que no se tiene. Y suele pasar que queremos lo que no se puede tener. Es el cuento de nunca acabar.

Voy a comprobar cuánto aguanto sin respirarte. Sin hablarte, sin dormirme con esa media sonrisa en los labios de saberte cerca, al menos de mi mente.

Y si dura lo suficiente como para que me olvides, y te lo olvide. Ambos habremos ganado.

Tú habrás ganado el tiempo que yo habré perdido. Y a mi, me habrás regalado el tiempo que pasé contigo.

Y si por el contrario me pierdo en la desesperanza de verte pasar entre palabras vacias y gestos de cordialidad. Habré olvidado como se gana totalmente para pasar a aprender a perder a medias.

O al menos, a fingir que se gana lo que en realidad, ya tenía perdido.