lunes, 28 de febrero de 2011

Lucky you.

Pasos sordos sobre la acera a medida que avanzo en el caminar. La sombra de mi figura, más envejecida que de costumbre me persigue a la derecha. Es la única compañía que tengo desde hace tiempo.

Me asusta la perfección casi tanto como la anhelo. La busco una y otra vez a medida que crecen arrugas en mi alma, pero exclusiva y generalmente suele esconderse siempre, y nunca en las sombras de los fantasmas que no llegan del todo a caminar a mi lado.Y cuando casi la tocan las palmas de mis manos y las agarro con fuerza, la perfección se esparce y deja entrever pequeños huecos, tierra de nadie, por donde rara vez entra entra el sol. Y esos huecos suelen crear oscuridad suficiente como para abrir mis manos y dejarla escapar.

Quizás me enredo demasiado en las palabras que carecen de significado, dejándo un poco al lado aquellas que de verdad lo tienen, pero, afortunadamente, sé que sin remedio suelo caer en una espiral de contradicciones, y eso, más de una vez me ha salvado el pellejo. Sobre todo cuando lo lógico se me vuelve utopía y lo ilógico no es más que la cacofonía de aquello que me había estado repitiendo una y otra vez.


En realidad, eso son la mayoría de las veces. Otras, muchas también a decir verdad, me esfuerzo demasiado en las causas sin sentido, y miro más allá del espejo. Tengo siempre mi reflejo presente, pero a veces se me olvida mi silueta y suelo lidiar guerras contra maniquís de escaparates, que me dejan, cuanto menos, herida en lo más profundo de mi mente, que no de mi alma-Ojalá reconocerlo fuese el primer paso para solucionarlo-


Hay veces, en las que, como ahora, el estar tanto tiempo acompañada de una sombra te vuelve huraña, ensimismada, exigente y cabezota.

Yo ya no sé si realmente soy así, o esque simplemente me he dejado guiar por mi sombra

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