sábado, 12 de enero de 2013

April'13

Tengo tanto que escribir que las palabras se hacen un nudo en mis teclas antes de que las yemas de mis dedos se decidan a pulsarlas.

He estado perdida tanto tiempo, que a menudo me pregunto si verdaderamente tengo razones para seguirme buscando.Lo trivial del asunto es que tan sólo me siento en casa enredada en el perfume de tus sábanas, amparada por la sensación de que mi cuerpo encaja a la perfección en el hueco entre tus brazos y tu pecho y bajo la no tan atenta, mirada de esos ojos azules que Dios, o cualquier deidad, en un intento por captar el azul del mar, puso en tu cara.

Lo irónico de todo esto, es que mi año se ha pasado buscándole dobles sentidos a frases en una pantalla electrónica. Soñando cada noche con el deje grave de tu voz y sorprendiéndome, de cuando en cuando, con alguna de tus pocas muestras de... vamos a llamarlo cariño.

Me pregunto si mi nombre sigue escrito en tu ventana. Me gusta imaginarte exhalando tu último aliento cada noche sobre el frío cristal  y descubriendo con una de tus medias sonrisas, mi nombre en ellas, para después, hacerlo desaparecer de nuevo una vez que tu nariz deja de rozar allí donde mis dedos tocaron por última vez hace dos meses.

Dices que no sabes que es lo que te gusta de mi. Que mi rutina se basa un 40% en intentar molestarte, otro 40% en hacer la idiota y el 20%, o quizás menos, en dormir, pero callas lo que realmente quieres decir.

Lo que verdaderamente te molestan son los 2000 km que nos separan.Mi mayor idiotez llenarte la  cabeza de mi durante las 24 horas del día, y el tiempo que duermo... A ambos se nos ocurren mil y una maneras de invertirlo de una  manera más provechosa.

Y en los días en los que el sol no quiere aparecer por mi mente, pienso en cuantas otras habrán compartido tus labios. Me da por imaginar cuántas otras habrán apoyado su cabeza entre tu pecho y a cuántas otras le habrás presentado los bordes azules de tus sábanas.

Y cuando esos pensamientos pasan de mi mente a mi pecho, y la sensación de vacío inunda mis pulmones, me empeño en recordar que fue a mi a quién regalaste cada uno de tus lunares para luego forzar el recorrido invisible hasta los mios.A quién  enseñaste  cómo componer sonrisas no necesariamente de felicidad.Y  el frío de mis manos en mis mejillas me devuelve a la realidad de mi irrealidad.

Al fin y al cabo, tu vida sigue en la rutina en la  que la dejé cuando volví a España.Alargando los momentos de ebriedad mental e intentando en vano acompasar tus caderas a cualquier otro ritmo que no te recuerde al mío.


Y yo, mientras tanto, me duermo con una sonrisa en los labios, pensando que jamás me había gustado tanto el mes de Abril.


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