Me faltas.
Una y mil veces al día.
Y tu última conexión de hace ya casi una semana no me demuestra que hagas esfuerzo alguno por saber de mi.
Me faltas.
Una y mil veces al día.
Y muero por comentarte cada gilipollez que se me pasa por la mente, tan sólo para seguir sintiendo que aún las necesitas en tu vida.
Me faltas.
Una y mil veces.
Pero sorprendentemente, ahora sé que en algún momento de mi vida, voy a poder mirar hacia atrás y decir: Me sobran los momentos que te eché de menos, porque no sienta ya tu falta dentro de mi pecho, y sobre todo, de mi cabeza.
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