lunes, 21 de junio de 2010

Sueño de una noche de verano.

La inmensidad de la noche hacía sombra sobre nuestras siluetas tan sólo iluminadas por la hoguera cercana. Ésta, dejaba entrever de cuando en cuando el aire que ocupaba con un leve chispazo intentado escapar de las brasas.

La arena de la playa se mezclaba con el salitre de las olas que ensordecian las risas y voces a nuestro alrededor. Como intentado acallar nuestra alegría. Nuestra ufanidad incansable. Nuestro comienzo del verano.Soplaba una brisa leve que jugueteaba con mis cabellos e intentaba que estos jugasen con ella, convenciendo tan sólo a algunos que se dejaban fundir con el viento despeinandose.

Podía reconocer a casi todos los rostros y sin embargo, yo no parecía estar del todo metida en la diversión de la primera noche de verano sin examenes. Era como si deambulase entre mi mente y la realidad. Cómo si mi cuerpo estuviese allí sonriendo de cuando en cuando pero mi mente volase a algún lugar extraño, mio, solitario.


No recuerdo exactamente que me hizo apartar mi mirada de mi mente y volver a la fogata que alguien avivaba junto a mí. Recuerdo que reconocí su aroma y me giré hacia la sombra mal iluminada que estaba a mi lado.

Lo reconocí. Siempre lo he reconocido. Porque siempre ha estado ahí, casi en silencio, a mi lado.

Por respuesta el chico esbozó una sonrisa y dejó de mover las ramas que se resistían a morir en la hoguera, centrandose en mí, y mi desconcierto.

¿Él?

Al parecer debí sonreirle porque le infundó fuerzas para acercarse un poco más a mí.

No apartaba la mirada de mí y yo sentía que me enrojecía con cada pestañeo del chico.No quería dejar de mirarlo pero me sentía mal, porque sabía que no era la única que no le quitaba los ojos de encima.

¿Él?

Noté su mano sobre la mia. E inexplicablemente fue como si se me quitase un peso de encima. Como si sanase un dolor que no había percibido hasta que se hubo ido. Como si me librase de una carga sobre los hombros y me sintiese de nuevo libre para alzar el vuelo.

Esta vez si noté que sonreía. Siempre sin dejar de mirar sus ojos profundos. Sin dejar de perderme en su mirada sin que nuestros ojos dejasen de hablarse.¿Tantas cosas tenías que decirse y tan importante era que lo hacían con aquella intensidad embriagante?

No me fijé en que los demás habian enmudecido hasta que me de fondo ví como uno de ellos movía la boca divertido sin articular palabra. Hablaba pero yo no lo oía.

¿Me había quedado sorda?

Una respiración profunda- Inexplicablemente no era la mía- demasiado cerca me dió la respuesta negativa que esperaba, y me sorprendí rodeandome del perfume que me había despertado de mi sueño. Envuelta por él. No sabría definir la paz con palabras, pero si la pudiese captar en un momento, aquel sería una buena comparación.

Sus ojos ahora viajaban de los mios, a mis labios, de mis labios, a los suyos y de nuevo a sus ojos para volver a los míos. ¿O es que quizás ambos establecíamos ese recorrido?

Pero...¿Él?

La brisa había dejado de jugar con mis cabellos, ahora el único aire que me abrazaba era su aliento que había comenzado a acelerarse inccomprensiblemente. Y yo cada vez lo sentía más mio. Menos de nadie más húmedo menos lejano.

A las respiraciones de ambos se le unió un continuo bum bum alternado, sabía de donde provenía o creía saberlo.

Ya no sentía en mi mano la arena fina de la playa. Sino el tacto cálido de sus manos sin dejar de imitar el vaiven del mar sobre las mias.

Quería cerrar los ojos. Me apetecía. Pero sin mirar incluso veía aquella mirada oscura y triste que nos observaba a ambos. Y en una esquina de mi corazón, la que en aquel momento no le pertenecía a él, se acumulaba un sentimiento de culpa, pena y desasosiego por esos ojos tristes que nos observaban.

Pero ya era tarde. Mi mundo se volvió oscuridad. Y sentí como me sumergía en el mar de los latidos, los susurros y las mariposas en el estómago.

Pero...¿Él?

Antes de cerrar los ojos le supliqué con la mirada que no lo hiciera, siempre, claro,con la pupila pequeña. Pero no pareció entenderme. O sus ojos se hicieron los sordos.

Dejó que sus labios me dedicasen una sonrisa, antes de dejar de identificarlos como suyos y confundirlos con los mios.


Pero...¿Él?

















A veces lo más inesperado es lo que simplemente más deseamos. Y está tan cerca... que evitamos mirarlo, como quien desenfoca un objetivo hacia la irrealidad de lo que está en el fondo del escenario.

2 comentarios:

  1. parece el anuncio de estrella damm. besones como fresones!

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  2. Estamos tan ciegos entregados a fijarnos solo en una persona, que nos obscecamos con ella, no podemos pensar en nada más, en nadie más. A veces, lo más simple y lo más inesperado puede resultar, pero también es cierto que...cuanto más complicado es el camino, más satisfactorio es el triunfo o más estimulante es la derrota para volverlo a intentar.
    Espero que te eches pareja rápido, que te quiera mucho y que tu le correspondas a él porque tu blog rezuma pasión y sentimentalismo...tengo ganas de comprobar que ocurre si estás completa a la hora de escribir :P

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