martes, 19 de julio de 2011

Un día antes del día D.

Como se notan sobre los hombros los días de no hacer nada. Los de querer hacerlo todo. Los que se meten en tu cabeza sin que te des cuenta y se clavan en tu memoria y los que apenas recuerdas.

Me he dado cuenta que últimamente tengo suspiros que pesan más que las palabras que no digo. O que me pesan más las palabras que un suspiro. Una de dos. Espero que no me dure mucho eso de retener el aire en los pulmones cuanto más rápido mejor para dejarlo salir de manera agitada y profunda. No sé si mi capacidad pulmonar aguantará más de estos 20 años. Y aún así, sé que es lo que me queda hacer al menos otros 20 años más,si todo continua como ahora.

Sigo sin saber callar demasiado y me ilusiono pronto para decepcionarme cuanto antes mejor, porque así me creo que dolerá menos el después. Me enamoro de lo lejano porque lo que está cerca me resulta demasiado tangible para creerlo. Y suelo callarme para que no se esfumen las ilusiones y acabar olvidandolas tarde o temprano- más tarde que temprano, que no se me da bien eso de madrugar-.
Entiendo a la perfección que mis imperfecciones no son más que todas aquellas que yo quiera ver más las que se empeñan en ver los demás,sean ciertas o no. Éstas últimas en su mayoría son las que más duele reconocer. Las que más cuesta cambiar y las que menos tengo en cuenta a la hora de actuar.

Empiezo a pensar que es porque siempre me he considerado racionalmente visceral. Y me temo que tengo que empezar a equilibrar esa balanza si quiero que en los próximos 20 años las corazonadas no se queden en hipótesis y las teorías en intuición femenina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario