A veces, cuando se desgarra un espejo, una parte de ti mismo que no conoces, sientes como el cristal se quiebra para dar paso a la sensación de derrumbe dentro de tu pecho.
Lo curioso de esa ruptura esque no deja marcas externas. No se aprecia a simple vista. Tan sólo se ve cuando miras en el fondo de la mirada y te quedas sumida en la nada de las cosas que fueron a regañadientes y entre espejismos que al fin y al cabo se quedaron en palabras.
Realmente nadie te prometió el cielo. Ni tocar las nubes con las manos. Fuíste tú la que te sumergiste en espejismos de humos casi tan densos como los del tabaco- o no tabaco- que suele fumar.
Dejaste de ser un poco tú para convertirte en alguien que en realidad siempre has sabido que no eras. Cerráste los ojos a tu mundo y caminaste a tientas hacia lo desconocido. Hacia lo salvaje.
Ya sabías que tenías mucho que perder, pero te empeñabas en hacer de aquello que tenías que ganar tu todo, a pesar de que tan sólo era una minúscula parte del vacío que ahora tienes entre ceja y ceja.
Y en fin... todos cometemos locuras a veces.
Yo sólo espero ser lo suficientemente inteligente para recular con paso seguro y poner un cristal, una linea divisoria entre la oscuridad, lo prohibido y la seguridad de mantenerme con los pies sobre líneas de papel y tinta.