lunes, 17 de octubre de 2011

Es curioso.

Se acumulan mis apuntes de salud mental en mi carpeta, y parece que me llaman entre los folios. Lo mejor esque estoy empezando a ignorarlos, y lo peor esque cada día encuentro una excusa mejor para dejarlos un rato más ahí dentro.

La de hoy se llama "Dulce María Loynaz". La encontré como los buenos tesoros, de manera casualmente premeditada, y me está envolviendo entre sílabas e imagenes mentales.
Creía que andaba perdida entre textos enfermeros/medicos, y llega este rayo de luz y me recuerda que aún sigo soñando con encontrar el poema que me haga decir: No tengo que seguir buscando.

El caso es que este se acerca mucho al ideal, como suele pasar en mi, sin rozarlo.

Lo dejo por aquí, para esos que me leen a escondidas o de frente, total, en cuestión de leerme, me basta con que me dediquéis cinco minutos.

Con eso me doy por satisfecha.


LA MUJER DE HUMO

Hombre que me besas,
hay humo en tus labios.
Hombre que me ciñes,
viento hay en tus brazos.

Cerraste el camino,
yo seguí de largo;
alzaste una torre,
yo seguí cantando...

Cavaste la tierra,
yo pasé despacio...
Levantaste un muro
¡Yo me fui volando!...

Tu tienes la flecha:
yo tengo el espacio;
tu mano es de acero
y mi pie es de raso...

Mano que sujeta,
pie que escapa blando...
¡Flecha que se tira!...
(El espacio es ancho...)

Soy lo que no queda
ni vuelve. Soy algo
que disuelto en todo
no está en ningún lado...

Me pierdo en lo oscuro,
me pierdo en lo claro,
en cada minuto
que pasa... En tus manos.

Humo que se crece,
humo fino y largo,
crecido y ya roto
sobre un cielo pálido...

Hombre que me besas,
tu beso es en vano...
Hombre que me cines:
¡Nada hay en tus brazos!


Dulce María Loynaz

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