Para tí, que me estás leyendo.

Déjame ser sutil, como el tiempo que escapa de tus manos. Como la voz que pronuncia tu nombre, aun cuando no estas mirando.

Yo quiero ser tan incorpórea, etérea, fugaz, como el viento que anida en un día de invierno, que sin saberlo, en su apresurado ulular, lleva suspiros ahogados, lágrimas escondidas, y besos robados.

Déjame ser tu silencio, para no romper con palabras lo que cabe en un recuerdo, pero sobre todo, déjame ser tu mirada, para englobarte entre mis pestañas y encerrarte dentro.

Gema

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Empezaré, paradójicamente, por el final. Mi fin con este blog, es verter en él lo que normalmente suelo dejar en el que llamo "mi cuaderno de borrones" y está plagado de pensamientos, ideas y básicamente nebulosas, y convertirlas en palabras, de ahí el título.

No me considero buena escribiendo. Sólo soy otra de los muchos que creen en algo más que los mensajes de texto abreviados, las faltas de ortografía, y la influencia de una sociedad consumista y superficial. Intentaré no divagar, y expresarme de la manera más clara posible, pero, mil perdones si alguna vez caigo en mi propio desorden, y la subjetividad no me deja aclarar las ideas, porque es posible que pase, al fin y al cabo, para abrir mi mente he iniciado este blog.

Mi nombre es Gema, y voy a intentar entretener, enfadar, animar, aburrir, divertir, informar, contradecir, entristecer o alegrar a todos aquellos que me presten un poco de su tiempo, y se animen a leerme.

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Os dejo un fragmento de una de las obras del magnifico Salinas que más me gusta:

La voz a ti debida:

[...]
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo»

[...]

Entre tu verdad más honda

y yo

me pones siempre tus besos.

La presiento, cerca ya,

la deseo, no la alcanzo;

cuando estoy más cerca de ella

me cierras el paso tú,

te me ofreces en los labios.

Y ya no voy más allá.

Triunfas. Olvido, besando,

tu secreto encastillado.

Y me truecas el afán

de seguir más hacia ti,

en deseo

de que no me dejes ir

y me beses.

Ten cuidado.

Te vas a vender, así.

Porque un día el beso tuyo,

de tan lejos, de tan hondo

te va a nacer,

que lo que estás escondiendo

detrás de él

te salte todo a los labios.

Y lo que tú me negabas

—alma delgada y esquiva—

se me entregue, me lo des sin querer

donde querías negármelo.