miércoles, 14 de julio de 2010

"Bum"



Tengo el dedo indice en el gatillo- sobre mi sien- a escasos centímetros de la muerte. El pulso se acelera con cada respiración y me acostumbro de pasada al dulce sabor amargo del saber que es lo que va a suceder a continuación.




Me pierde la incertidumbre, como siempre suele pasar y cuando el sudor frío empieza a recorrerme las primeras vértebras mi cabeza ya no me pertence. Al menos no del todo.




Cuando el silencio se hace dueño de tus acciones no puedes más que seguir susurrando aunque a duras penas te oigan. Puedes tratar de alzar la voz inútilmente, claro está, y dejarte ilusionar por un resquicio de atención que no es más que la sombra de aquello que deseamos. Muchos parecen mirarte entre el gentío, todos te rodean con sus prejuicios infundados, pero son pocos los que te ven de verdad, plantada en el centro de la nada, con el revolver del calibre 45 sobre la sien y pidiendo a gritos ahogados un impulso nervioso o un fallo muscular.




Sinceramente, ya no me interesa mucho el pactar con la muerte, pues le he concedido algún que otro tango en más de una ocasión y en casi todas ellas me ha pisado los zapatos. Más bien me llama la adrenalina del saber que va a pasar a medias. La sensación de poder salvarte o morir del vacio de los que no te miran y las miradas de los pocos que te entienden, temerosas, asustadizas, recelosas, ajenas, sencillas, complejas, divertidas y por qué no, alguna que otra enfadada.




Lo importante aquí no es que me atreva a pulsar el gatillo o no.Eso, al fin y al cabo es secundario. Lo verdaderamente importante en este preciso instante no depende precisamente de mí, si no de todos los que están ahí. De todos los que no lo están. De aquellos que vendrán y de algunos pocos que serán los que se quedarán.




Porque son ellos los que deciden si está o no cargada la pistola.






No hay comentarios:

Publicar un comentario