lunes, 26 de julio de 2010

Morriña veraniega.

Acaricio el verso de un poeta mudo. Suelo hacerlo constantemente, porque no me canso de vivir en el silencio de las palabras sin sentido. De las risas infundadas. De las miradas que se pierden y los momentos que se guardan en los cajones, para poder recuperarlos más tarde.

A menudo me pregunto donde van los sueños cuando abro los ojos. Sé que algunos se esconden en lo más recóndito de mi mente para que de cuando en cuando, y si ellos me lo permiten, pueda acceder a ellos. Rememorarlos y dejar que mis labios se giren en un gesto afable.

Otros muchos, prefiero olvidarlos y así evitar que me desvelen de la vida mientras no estoy durmiendo, o montarlos en un navío en el limbo de las aguas inexploradas de la irrealidad donde me sumergo en ocasiones.

Suerte que soy de sonrisa fácil y labia distendida, o eso dicen algunos. Si no, a duras penas sobreviviría en la monotonía de este verano interminable, acariciando momentos que me gustaría repetir y otros que mejor, envio junto a los horribles sueños dirección la nada.

Me gusta jugar a que pasa el tiempo rápido, aunque sepa que es mentira. La mayoría de las veces me dejo ganar-sólo por compromiso, claro está- y entonces intento jugar a ocupar ese tiempo que dejo pasar como un reloj de arena atascado.Lo cierto es que me ha estado funcionando hasta ahora, pero creo que últiamente me estoy quedando sin ideas brillantes con las que ocupar el tiempo que pierdo, y que a la vez gano.

Por eso me encierro en el mundo de los libros, que son, como siempre, mi segunda opción al tiempo muerto en el que esta mi vida. Y entonces, hago hablar a los poetas mudos, doy sentido a las palabras carentes de él, encuentro las miradas perdidas, y saco del cajón de mi memoria los momentos que ya he vivido, para rememorarlos y, como siempre, dejar escapar una de mis sonrisas involuntarias.




{Blah, Blah, Blah y otras historias sin sentido.}

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