jueves, 19 de agosto de 2010

Tu risa...

Es como insuflar aire en los pulmones sin miedo a que el dolor te encoja el pecho. Como una ráfaga de viento fresco al final de una tarde de verano. Como la risa sencilla de un niño y su carcajear continuo sin razón alguna. Como el caramelo líquido que se queda bajo el flan. Cómo el olor a césped recien cortado, a canela y a dama de noche. Como las últimas gotas de lluvia que caen lozanas y dejan ver el arcoiris a través de ellas.


Así de simple. Así de transparente. Así de esencial, de imprescindible, de inapreciable, de silenciosa, de ruidosa... Así es para mí.


Esta vez no voy a decir que me gusta. Que podría llegar a enamorarme de él. Que sería tan fácil contradecirme en todo lo que he dicho, tan sólo porque él alguna vez leyese estas líneas que ahora escribo y se sintiese identificado. Contrariado y para nada sorprendido.

Esta vez no voy a arrojar los dados sin mirar las cartas que él lleva antes. Porque quiero disfrutar cada segundo que tenga y morder despacio los momentos que la vida quiera regalarme.




Sé que hay mil maneras de perder y tan sólo una de ganar.



Y me conozco tan bien para saber que no sé arriesgar hasta que llega el final.

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